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De felium et equites
Link a las conclusiones, antes de que alguien grite «mucho texto».
Las historias de lo oscurantista y brutal que fue la edad media en Europa son extremadamente conocidas, pero proporcional a su fama, en muchos casos también es su falsedad. Esta serie de artículos que escribiré al respecto (Mitos medievales) se dedica justamente a esclarecer un poco la realidad histórica de este periodo. En esta ocasión empezaré por uno sobre gatos. Muchos habrán leído o escuchado que en la edad media en Europa se cazaban a los gatos por razones supersticiosas y que esta fue la principal causa de la peste bubónica, como lo asevera esta imagen que encontré en facebook recientemente. Sin embargo, la realidad es bastante diferente.

Este mito, como todos los mitos sobre la edad media, se rastrea a algún momento durante o después del siglo XIX, que es cuando empezó todo este amarillismo medieval (como me gusta llamarlo) y no parece tener ninguna base histórica antes de esto. Para ser específico, este en particular se origina más recientemente, en la década de los noventas. Para demostrar que esto es falso vamos a mirar los tres aspectos clave de dicho mito utilizando evidencia REAL.
Origen y propagación de la plaga
Empecemos por desmontar la idea de que la supuesta cacería de gatos sería la causa de las muertes por la peste negra. La realidad es que los gatos, desafortunadamente, eran vulnerables a la enfermedad y también eran un vector para que esta se esparciera, por lo que con o sin gatos, la muerte negra se habría difundido sin problemas.
En algunas versiones, este mito insinúa o incluso afirma directamente que la tal cacería de gatos fue la causa de la plaga, pero la realidad es que sería un poco difícil justificar históricamente que hubo una especie de crusada contra los gatos que llegara hasta Asia oriental – el lugar de origen de la peste negra.
El secuenciamiento genético, del cual los científicos obtienen información hereditaria de los organismos, ha revelado que la Muerte Negra, […], se originó en China hace aproximadamente 2000 años.
Artículo escrito por Christian Nordqvist para medicalnewstoday.com, 31 de octubre de 2010
Cómo llegó la peste negra a Europa es un tema extenso, pero será tratado en otro artículo más adelante, por ahora bastémonos con saber que su origen ha sido hubicado en China, y que, aún si hubiera habido alguna crusada antigatuna en Europa, esta no tendría nada que ver con la aparición o diseminación de la peste negra.
Lo dicho por el papa
Énfasis en «aún si hubiera habido», porque fuera de citas apócrifas sin ninguna evidencia histórica detrás (como la del papa Inocente VIII, diciendo que al diablo le gustaban los gatos, y que de la cual no hay ninguna evidencia), o una que otra cita real que han sido re-interpretadas con la intención de soportar este mito, no hay evidencia alguna de ningún tipo de cacería de gatos.
Y hablando de eso, revisemos la aseveración de que Gregorio IX asoció a los gatos con el diablo y por esto los exterminaron de forma masiva. Gregorio IX mencionó que existía un ritual en el que el diablo se aparecía frente a sus seguidores en forma de un gato. De hecho, esta es la cita completa:
Ad convivium postmodum discumbentibus et surgentibus completo ipso convivio, per quandam statuam, que in scholis huiusmodi esse solet, descendit retrorsum ad modum canis mediocris gattus niger retorta cauda, quem a posterioribus primo novitius, post magister, deinde singuli per ordinem osculantur, qui tamen digni sunt et perfecti.
Vox in Rama, escrito por Gregorio IX en 1233.
Y he aquí mi traducción al español:
Despues de sentarse al banquete y una vez lo han terminado y se levantan, de cierta estatua, la cual es usual en escuelas [sectas] de este tipo, un gato negro del tamaño de un perro promedio, desciende de espaldas un gato negro de tamaño medio, al cual su trasero besan primero los novicios, luego los maestros, luego cada uno en orden, [quienes también son dignos y perfectos.]
La verdad, la última parte me enreda un poco (la que está entre paréntesis cuadrados). Me da la impresión de que la intención de esta parte es algo por el lado de «en orden según sean dignos y perfectos», pero para nuestro caso presente no es muy relevante, realmente. Ya que acá Gregorio IX nos está hablando de una criatura sobrenatural con una apariencia claramente sobrenatural (un gato negro del tamaño de un perro), y hay que recordar que los gatos no son las únicas criaturas con este tipo de asociaciones.
También existían los Hellhound (Sabuesos infernales), y en muchos rituales se relacionaban de alguna forma u otra con perros, gallos, e incluso recién nacidos. Aún así, y como se imaginarán, en ningún momento los europeos entraron en un furor religioso de matanza masiva de neonatos, y aunque sí era común matar gallos, esto era simplemente para comerlos. Y ni hablemos de cazar perros, uno de los animales más queridos en la Europa medieval.
Ahora, si bien es cierto que a mucha gente le desagradaban los gatos, esto es algo de toda la vida. En la Europa medieval preferían a los perros, pero esto no significa que hubiera un odio hacia los gatos ni una asociación supersticiosa con el diablo. Y así como había quienes amaban a los perros, había quienes amaban a los gatos. Pero bueno, me imagino que querrán que les demuestre lo que digo, así que habrá que empezar con la evidencia histórica.
Percepción de los gatos
La verdad es que los perros gozaban de mayor popularidad entre los europeos en la edad media que los gatos, sin embargo, eso no significa que los gatos fueran odiados. De hecho, viendo las distintas referencias textuales que hay de ellos, podemos ver que, aún si los perros eran más queridos, los felinos también eran apreciados.
Empecemos por el filósofo y científico medieval Albertus Magnus, quien escribió un tratado sobre animales en el cual incluye consejos de cómo cuidarlos. En su texto dice de los gatos que «aman ser acariciados suavemente por las manos humanas y son juguetones, especialmente en su juventud», y recomienda recortar un poco sus orejas para evitar que el rocío se les meta en los oídos en la noche. Lo cual hoy día sabemos que es un mal consejo, sin embargo muestra un interés por la salud del animal, y la mención de las caricias y la naturaleza juguetona muestra cercanía con estos animales que sería impensable si verdaderamente se les considerara criaturas malignas y demoníacas.
Y hablando de cariño, tenemos a un monje irlandés quien escribió un poema en el cual su gato Pangur Ban tiene un papel protagónico. Este poema muestra claramente señas de empatía, cariño y hasta hermandad con el pequeño gato blanco. A continuación pongo mi traducción al español, que espero sea recibida con algo de paciencia ya que la poesía no es lo mío.
Yo y Pangur Ban, mi gato
En una tarea similar pasamos el rato:
Cazando ratones él halla gozo
Cazando palabras yo trasnochoSin importar que no gane fama
Con mi libro estudio en calma;
El blanco Pangur sin malicia me mira,
Pues sólo a su sencilla tarea aspiraEs algo alegre de ver
ambos felices en nuestro quehacer;
Cuando en casa en calma nos sentamos
Entretenimiento para nuestra mente encontramos.Pegados a la pared sus ojos,
Grandes y fieros y astutos y agudos,
Pegados a la pared del conocimiento
Los míos, mientras aprender intento.Y cuando un ratón huye de su madriguera
Con alegría el corazón de Pangur acelera!
Y cuanto gozo siento en mi corazón
Cada vez que a una incógnita hayo razón!Y la paz de nuestras nos da encanto
A mí y Pangur Ban, mi gato
En nuestros artes y gozos,
Él tiene los suyos y yo otros.Y así contentos con nuestra obra
Ambos compartimos y ninguno sobra;
Sin tediosidad viviendo juntos,
Ambos tranquilos y contentos.
Tengo que reconocer que este escrito precede a Gregorio IX, pero igual me parece una linda pincelada en el cuadro de la historia medieval, el cual da una imagen contraria a la de una turba fanática dedicada a la cacería de felinos.
La iglesia católica y los gatos
Primero, echemos un vistazo a una de las guías del comportamiento que debían tener las anacoretas femeninas. Los ancoretas eran un tipo de ermitaño religioso que dedicaba su vida a la oración, la penitencia y la búsqueda de ser tan santos como fuera humanamente posible. Y una de las guías para las anacoretas dice lo siguiente:
A menos que les resulte necesario, queridas hermanas, o que su director se los aconseje, no deben de tener más animal que un gato… Ahora, si alguna necesitara tener uno, ella ha de asegurarse de que no moleste ni haga daño a nadie, y que su mente no se vea dedicada por completo a él.
Ancrene Wisse, anónimo, principios del siglo XIII
Como podrán notar, a las ancoretas se les permitía tener gatos. Y como se mencionó anteriormente, ellas se supone que son las personas que han decidido entrar a un abandono de todo deseo y placer mundano en la búsqueda de la santidad en la tierra. Si realmente la gente de la edad media consideraba a los gatos como criaturas del diablo, permitirles un gato sería incompatible con dicha búsqueda. Y por si acaso, acá tenemos una ilustración en un libro medieval donde vemos a una monja hilando, y quien tenga gatos y haya trabajado con tela, encontrará la escena extremadamente familiar.

Anteriormente referenciamos uno de los textos escritos por Alberto Magnus, pero no mencionamos un dato particular: él fue un sacerdote católico contemporáneo de Gregorio IX, por lo que si realmente hubiera habido una percepción de criatura demoniaca con respecto a los gatos, Alberto Magnus habría pasado un mal rato, por decir lo menos. Sin embargo, lo que sucedió fue todo lo contrario: Alberto Magnus fue loado como uno de los grandes hombres de ciencia de la iglesia católica, autor prolífico en temas diversos del conocimiento, y eventualmente fue canonizado como santo patrón de los estudiantes de las ciencias.
Conclusión
Si bien existe hoy en día el mito de que en la edad media la peste negra se propagó debido a una aversión a los gatos por motivos religiosos, impulsada por la iglesia católica quien los asociaba con el diablo, la realidad comprobable del asunto indica que este mito es totalmente falso.
Este mito empieza a flaquear en primer lugar porque debido a las características de la plaga, no hay motivos para creer que si hubiera sucedido un holocausto felino, tal suceso hubiera tenido efecto alguno en la aparición o propagación de la peste negra. A esto se le suma que no hay evidencia histórica que dé crédito a las aseveraciones de que la iglesia católica o sus miembros promovieran algún estigma religioso hacia los gatos.
Pero más importante aún, de lo que sí hay abundante evidencia es que los gatos eran vistos como cualquier otro animal. No solamente no hubo ningún edicto ni declaración religiosa en contra de ellos, sino que además eran estimados por sus habilidades para el control de plagas e incluso tratados con cariño como una querida mascota.